miércoles, febrero 22, 2006

¿Por qué brindamos?

Esta es la cuarta vez que le doy cuerda al backspace para arrasar con una línea de texto que no termina de convencerme. No es que esté atravesando una crisis literaria (vivo inmersa en ella a diario), más bien, estoy tratando de no caer en el lugar común y correr el riesgo de tirar por la borda el tenor de estos párrafos. Uno prende la tele, la radio, sale a la calle, habla con la gente y no hace otra cosa que escuchar deseos por el año venidero. Deseos que, como todos ustedes saben, mueren los primeros días de enero, cuando uno se da cuenta que haber inaugurado el calendario no significó haberse despegado de los sinsabores de antaño. ¿Qué quiero decir con esto? ¿A qué viene toda esta colección de palabras difíciles disponibles para unos pocos? Amigos, amigas, la explicación es muy sencilla: el año nuevo no cambia nuestras vidas; por el contrario, suele ser mucho peor que el anterior. Todos levantamos las copas y pedimos un puñado de deseos (tres para ser más precisos) que rara vez se efectivizan. Repasemos: trabajo, salud y amor. ¿Estamos todos de acuerdo? Pues bien, analicemos cada uno de estos.

Trabajo: uno se recibe, habiéndose valido de sus propios medios, sin necesidad de pisotear a nadie para alcanzar su ansiado título y con qué realidad se encuentra: que hoy en día cuesta mucho conseguir trabajo. Que si no cuenta con los contactos adecuados y cierta dosis de suerte, termina empleado en un lugar estresante, vestido con un uniforme idéntico a su compañero de turno y preguntándole a la persona que está parada en frente suyo: “¿desea agrandar sus papas y gaseosas?”.

Salud: conforme avanza el tiempo, nos ponemos cada vez más viejos y cascarrabias. La realidad del país, entre otros factores, nos empuja a enfermarnos con mayor asiduidad y a deglutirnos nuestros ahorros en remedios que no siempre hacen efecto. Y si uno no tiene un ángel de la guardia que vele por sus intereses, termina pescándose una petequia porque resulta que, de buenas a primeras, ahora es alérgico al Tafirol.

Amor: punto conflictivo si los hay. Quedó relegado al final de esta lista antojadiza (aunque arbitrariamente factible) porque es el que genera mayores conflictos y despierta polémicas, y es, por ende, el que requiere un mayor análisis. Cuando uno levanta su Don Perignon o su sidra Real y pide para sus adentros “que finalmente encuentre el amor y sea feliz”, desconoce que el nuevo año le deparará más y mayores infortunios amorosos. Y, como buen heterosexual, no puedo menos que manifestar mi horror ante el avance en masa de especimenes femeninos cada vez más histéricos. Ojo. Aquí hago un alto y me veo en la obligación de aclarar que no todas son así. Siempre hay una excepción que confirma la regla, pero no he tenido la suerte de toparme con más de diez chicas así. El resto se debate entre las que te dejan para después volver, las que te dicen sí, pero no; las que se muestran por msn más fáciles que la tabla del dos, pero que cuando se las invita a salir inventan una sarta de excusas; las que ruegan por la venida de un hombre con todas las letras, pero cuando éste finalmente llama a sus puertas, optan por el que las hace sufrir; aquellas, finalmente, que no saben dónde están paradas, que no quieren nada serio, pero que antes de quedarse solas deciden sobrellevar la situación con el primero que se les cruza. Y uno se resigna ante la histeria y cree que pueden cambiar, pero es un error porque ellas conocen nuestras debilidades, saben por dónde entrarnos, nos subyugan con sus cánticos de sirenas, y nos devoran cuando nos tienen a su alcance.

Estoy seguro que aquellas con cola de paja se habrán sentido tocadas ante la veracidad de mis palabras y eso es algo que me importa muy poco. Saben que tengo la razón, pero en sus cabecitas conflictivas lo niegan y nos atribuyen defectos que no nos pertenecen. Habrá quienes se manifiesten en contra, pero cuando arranquen la hoja con el mes de enero ya habrán enroscado a unos cuantos. Porque está en su naturaleza. Chicas, hombres con buenas intenciones sobran, el tema es si tienen ganas de descubrirlos.
Falta poco para que el reloj dé las doce. Hay tanto para hacer y tan poco tiempo. Seguro que a esta altura no todos tienen ganas de pedir sus deseos, de levantar sus copas y de encender una vela al 2006. Siento haber causado esa reacción en ustedes, pero si un nuevo año no es otra cosa que la armoniosa continuidad del caos del pasado y la felicidad no es más que la ausencia de momentos ingratos... ¿por qué brindamos?

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