sábado, abril 05, 2008

El triste destino de una familia de pingüinos

No siempre el hundimiento de un buque petrolero afecta seriamente el ecosistema de una región. Tal vez sea el caso que más se viene repitiendo desde que a Sadam Husein se le ocurrió la genial idea de armar bardo en el Medio Oriente. Que mueran pingüinos en esos parajes tan alejados, donde no llega el 70 ni los intrépidos suicidas del Rally París-DaKar, es una verdadera desgracia, pero nosotros no estamos ajenos a semejante infortunio. En el último tiempo, las tragedias caseras obedecen a una clase de eventos que los emparentamos con hechos más cercanos a una placa de Crónica que a la realidad misma. Por desgracia, poco es lo que se sabía al respecto. Los altos mandos de vaya a saber qué oscura organización redoblaron sus esfuerzos para complicar el desempeño de los investigadores y ecologistas del sur de nuestro país. Escasa era la información que trascendía a los medios y, por consiguiente, nula la respuesta de una opinión pública más propensa a estar pendiente del gato que sale en el número de Paparazzi que a estas cuestiones.

Un grupo de espiritistas trató de invocar el espíritu de Jacques Cousteau, pero sólo pudo mantener una conversación vía coaxil con el Inspector Crusoe que les dejó el celular del productor de un iluminador programa norteamericano, con el que arbitrariamente nos une una relación profesional. Y entonces sucedió el milagro: teléfonos pinchados, extorsiones, aprietes en boliches gay, y el espíritu de una familia de pingüinos pudo descansar en paz. De todo ello se valió la gente de The E! True Hollywood Story para contar el triste final de Los Pintín. Este clan, compuesto por Ada, Bepo, Luna e Ito, probaron las mieles del éxito y descendieron a los abismos del infierno en un abrir y cerrar de ojos. Una vez que la película del canal competidor de las pelotas naufragó, los otrora populares bicharracos se vieron envueltos en una serie de calamidades que los bajó de un hondazo.

Ito, que interpretaba a Ito, se hizo adicto al crack y probó suerte como extra en Batman Regresa, junto a Danny Devito, en la escena final de la película. Si observan bien, es uno de los que arrastra el cadáver de un deforme adversario del encapuchado: El Pingüino. Esa fue su última aparición delante de cámaras, exceptuando un paneo en Soy tu fan, donde aparecía en la portada de una lata de conserva. Ito murió de sobredosis a fines de noviembre de 2001.

Luna, que hacía de Luna, probó suerte como panelista en un programa de cable, pero cuando quiso entrar al estudio fue discriminada por la seguridad del lugar, que le enseñó un cartel que decía “prohibido entrar con animales”. Negoció con Adrián Suar un espacio entre la señal de ajuste y la animación del logo del canal, pero se topó con la negativa del Chueco. Luna se entregó a la bebida, al sexo desenfrenado y cayó en un pozo depresivo. Y luego en un pozo ciego. Nunca nadie la volvió a ver.

Tras la trágica muerte de sus hijos, el matrimonio compuesto por Ada y Bepo sirvió de inspiración para que Néstor y Cristina adoptaran varios tics que luego serían marca registrada en el gobierno: no darse pelota. Como Ada nunca regularizó la situación de Jacinta, su empleada doméstica, en represalia confiscó una filmación porno de la pareja que hizo circular por los canales de aire, y que sirvió de inspiración para que Ricardo Arjona componga su último hit: “Pingüinos en la Cama”. Superada la crisis de pareja, marcharon al Glaciar Perito Moreno y trataron de reanudar su vida, pero el designio maldito tenía otros planes para ellos. Bepo, un poco pasado de rosca, amaneció con una idea loca: emular a Charly García. Dicho y hecho, escaló el bloque de hielo más alto del Glaciar y se arrojó al Lago Argentino. Falló por escasos centímetros. Ada, desesperada ante la ausencia de su esposo, emprendió una búsqueda frenética sin prestar atención a los cientos de turistas que estaban tiesos en los alrededores. Durante el día no encontró rastros del pobre Bepo, pero por la noche tropezó con otra cosa: un enorme puente del Glaciar que depositó sus miles de toneladas sobre el cráneo de la infortunada Ada, que murió en el acto.

Lo dicho; Los Pintín, como tantos otros pingüinos, estiran la pata en el más absoluto silencio. Y mientras escribimos estas líneas, cientos, tal vez miles de estas aves se debaten entre la vida y la muerte, empetroladas o no, mientras consumimos nuestras vidas mirando la caja boba. Caja boba que distiende y entretiene, pero que poco hace por la preservación de la fauna y flora intestinal.

No hay comentarios.: