jueves, octubre 20, 2005

Billy Mac Roi

Mi nombre es Billy Mac Roi. Soy un chico con serios problemas de conducta. Desde que vine al mundo, no he hecho otra cosa que lastimar a la gente que me rodea y cometer infinidad de actos de vandalismo.

Todo comenzó veinte años atrás cuando, con mi cordón umbilical, estrangulé al médico que asistió al parto de mi vieja. Poco después, salí a la vereda con el flamante triciclo que me habían regalado los Reyes Magos y me dediqué a atropellar a cuanto peatón se me cruzara por el camino. No fue gran cosa. Eso sí, acumulé varios puntos bonus. Especialmente, cuando le agarré la cola al gato de la vecina con los rayos del triciclo y esparcí sus tripas por todo el vecindario, mientras cantaba una vieja canción de Megadeth.

Mi paso por el colegio también causó estragos, ya que a mi tierna maestra de primer grado le incrusté en el ojo un pomito de Voligoma.

Luego de partirle un diente a mi hermanita, revolearle un cuadro por la cabeza a un turista japonés en el Museo de Bellas Artes y dejar completamente en pelotas al traga del grado, mis viejos comprendieron que necesitaba ayuda profesional. Pero fue en vano. Yo seguía siendo el mismo engendro de siempre y el psicólogo de turno acabó en el Borda, con camisa de fuerza y pegado a la pantalla de canal 7.

Mi actitud frente a los demás terminó por desilusionar a mi familia que me dejó en la calle, envuelto para regalo. Y esto fue un error, porque mis tendencias violentas y desmedidas se quintuplicaron haciendo de mí el más serio candidato para ocupar el trono dejado vacante por el mismísimo Satanás.

Mis actos delictivos y patoteros me convirtieron en el joven con mayores antecedentes policiales de toda la Provincia de Buenos Aires y, de seguir por este camino, no sería de extrañar que me manden a Mozambique en concepto de intercambio.

Y como todo en la vida, hay una razón para explicar mi comportamiento: yo soy así de malo porque no escuché el último CD de Airbag con todos sus éxitos.

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