miércoles, octubre 26, 2005

Bizarre Fairytale

"Mami, mami... quiero que me leas un cuentito antes de dormir, pero tiene que ser lindo porque ultimamente tengo pesadillas".

Bueno nene, metete en la cama y prestá atención, porque lo que te voy a contar sucedió realmente...

Había una vez siete simpáticos (y deformes) enanitos que vivían sin mayores preocupaciones en un bosque encantado, lleno de dinosaurios maricotas que se hacían el tuje unos con otros. Estos enanitos trabajaban en una mina bajo las órdenes de Carozo y Narizota, unos diabólicos presentadores de sorteos de Quiniela que, en sus ratos libres, se hacían una escapada para supervisar cómo iban las cosas en la mina....

"Mami, mami...no entiendo. ¿Carozo y Narizota tenían un programa en la tele y trabajaban en otro lado?"

¡Qué te acabo de decir, pelotudo!

Bueno, resulta que los enanitos eran adictos al crack y estaban siempre al palo. Trabajaban 18 horas diarias y el tiempo restante dormían en tres camitas construídas por una familia de osos. Y sí, resultaron ser terribles okupas los enanos de mierda. Dejaron a los ositos y a Ricitos de Oro de patitas en la calle, viviendo en la intemperie, debajo de un puente de Constitución. Ojo, los pobres homeless trataron, por todos los medios, de recuperar su hogar, pero no hubo caso. El Lobo Feroz, un asesino a sueldo de aquellas pampas, trató de derribar la puerta con su poderoso soplido y no pudo. En realidad, estuvo cerca, pero le agarró un ataque de asma y de no ser por la pronta intervención del Inspector Gadget, que le facilitó un inhalador (marca Acme), hubiese pasado a mejor vida.

Una noche, mientras trataban de dormirse, una sombra se movió cerca de unos de los enanitos que dormía como una marmota. Uno de ellos (el más drogado de los siete), se puso de pie, abrió el armario, sacó una escopeta y le voló los sesos...al Ratón Pérez. Desafortunadamente, esa noche alguien había perdido un diente y no tuvo mejor idea que ponerlo debajo de la almohada.

Al día siguiente, acudió al lugar el Oficial Matute, alertado por la Bruja Cachavacha quien había escuchado un disparo proveniente de la casa vecina. Matute interrogó a los enanos y se llevó demorado a un puñado de ellos para averiguación de antecedentes. Fueron conducidos a una comisaría que se caía a pedazos y observaron, con horror, cómo mutaba la nariz de Pinocho, sometido al detector de mentiras. Luego de responder cientos de preguntas, Matute y lo suyos no tuvieron más remedio que liberarlos. Ahora tenían una preocupación aún mayor: estaba desaparecido el Ratón Pérez y varios jugadores desdentados de la selección de Escocia estaban como locos porque no habían recibido su billetito por la mañana.

Para festejar su liberación, contrataron los servicios de Blanca Tetraga La Nieve, una prostituta de la zona, amiga del dealer que les suministraba el crack. Le dieron matraca por horas, tanto, que la pobre infeliz terminó haciéndose monja. Después de ese incidente, la vida de los enanitos pareció retomar el cauce habitual hasta que un día tocó a su puerta el Huracán Vilma Picapiedra y arrasó con todo. No quedó ni el Gato con Botas. Los pobres enanitos quedaron a merced de los dinosaurios maricotas, sin un lugar donde caerse muertos y con el telegrama de despido de Carozo y Narizota. Por suerte, y como en todo cuento hay un final feliz, pasó por el bosque un flautista maravilloso que los llevó danzando por las praderas hasta que se quedaron sin donde pisar y cayeron a un precipicio junto a una multitud de ratas. Fin.

"Mami, mami, ¿dónde está el final feliz? ¡Pobres enanitos drogadictos! No me podés contar esto, ahora voy a tener pesadillas y me voy a hacer pichín en la cama".

Vos te llegás a mear encima y te juro que te cago a patadas. Ahora dormite pendejo de mierda que mañana tenemos que ir los dos a trabajar temprano en la mina.

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